SUFICIENCIA
DE LAs ESCRITURAs





SANTIDAD
DE LA IGLESIA





SUPREMACÍA
DE DIOS

1. SUFICIENCIA DE LAS ESCRITURAS

– Dirección y evaluación ministerial:

Afirmamos que las Sagradas Escrituras son autoridad final para toda norma de fe y práctica, siendo adecuadas en sí mismas para dirigir y evaluar a la Iglesia en el desarrollo de su labor. Por tanto, cada ministerio o servicio de la congregación debe responder a la enseñanza particular que la Biblia provee al respecto, sin recurrir a la integración de tradiciones, tendencias culturales, estrategias humanas, otras supuestas revelaciones, u opiniones personales para evaluar el ministerio eclesial.

– Predicación expositiva y liderazgo acreditado:

Afirmamos que la predicación expositiva de las Escrituras y un liderazgo bíblicamente acreditado son fundamentales para que la Iglesia rinda sumisión a Cristo. Por tanto, los pastores deben dedicarse primordialmente al ministerio de la Palabra y la oración, para alimentar, proteger, conducir, y cuidar a la congregación con su enseñanza y ejemplo. La exposición de la Biblia debe ser prioridad en las reuniones, y todo responsable ministerial debe ser bíblicamente cualificado.

Consejería bíblica:

Afirmamos que la consejería bíblica suple de manera eficaz y completa a las necesidades vitales del ser humano, confiando en el temor de Dios como el principio de la sabiduría. Por tanto, todo consejo pastoral o fraternal debe basarse en principios bíblicos, no en ideas propias, experiencias personales, o necesidades sentidas de sabiduría humana.

2. SANTIDAD DE LA IGLESIA

– Disciplina

Afirmamos que la Iglesia pertenece a Cristo, no al mundo. Ella manifiesta las reglas del reino de Dios como embajadora santa en la tierra. El compromiso mutuo entre los miembros de la iglesia es esencial para expresar la unión a Cristo y sumisión a su señorío. Por tanto, la congregación debe mantener el cuidado de sí misma, practicando la disciplina eclesial para mantener su pureza y fidelidad a Cristo. 

– Discipulado 

Afirmamos que Iglesia está llamada a manifestar una santificación práctica y progresiva que demanda la participación perseverante de cada creyente en los medios de gracia. Por tanto, se deben fomentar recursos y reuniones de comunión en el contexto de la iglesia local para que cada miembro esté involucrado con otros en su crecimiento personal.

– Unidad 

Afirmamos que la edificación de la Iglesia se produce compartiendo la sana doctrina en amor, y que la verdadera unidad entre los creyentes es consecuencia de ello. Por tanto, las relaciones fraternales y cooperación eclesial deben producirse en afinidad bíblica, estando orientadas a promover la unidad doctrinal y aplicación de la sana doctrina entre los cristianos, no enfocadas en agradar al hombre, sino a Dios.

3. supremacía de dios

– Un alto concepto de Dios

Afirmamos que mantener un alto concepto de Dios es esencial para que la Iglesia manifieste vitalidad, satisfacción, y pasión en el desarrollo de su labor. La ausencia de un alto concepto de Dios es la principal causa de toda debilidad en la Iglesia. Por tanto, la congregación debe mantener una adoración centrada en Dios, no moldeada para entretener o satisfacer las preferencias del hombre, dejando que el estilo sea gobernado por la claridad y sinceridad.

Una vida centrada en Dios 

Afirmamos la centralidad de Dios para la vida. Contemplar la gloria de Dios es el fin más alto del hombre, y fuera de Él no existe ningún bien. La adoración no sólo es una cuestión congregacional, sino personal y cotidiana. Por tanto, la Iglesia debe mantener un enfoque de la vida diaria centrado en admirar y disfrutar la gloria de Dios en todo lo que haga.

Un evangelismo centrado en Dios 

Afirmamos que la Iglesia cumple la gran comisión exaltando a Cristo entre las naciones por la proclamación fiel del evangelio y la sana doctrina, mientras el resultado pertenece solamente a Dios. Las doctrinas de la gracia son esenciales para un entendimiento adecuado de la condición del hombre y la salvación soberana de Dios por Su gracia, y para Su gloria. Por tanto, se debe descartar un evangelismo centrado en decisiones superficiales, y entender el éxito de la evangelización en términos de fidelidad al anunciar a Cristo. La Iglesia debe proclamar con regularidad las buenas noticias, a gente de toda nación, orando y confiando en el poder del evangelio para salvación.

La iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad (1 Ti. 3:15)